Vivimos en un mundo de apariencias. De falsas verdades que nos esclavizan y empobrecen como seres humanos. Una Tierra que poco tiene de prometida, y que además, destruimos movidos por nuestros deseos y necesidades egoístas para vivir más, mejor y aparentando lo que tendríamos que ser, pero que no somos.
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La infelicidad del tener
Animales insaciables, movidos por la desesperanza de aspirar a una felicidad que parece no llegar con lo material, con las falsas amistades o logros conseguidos, que no son más, que bocanadas desesperadas por coger aire, y así, evitar ahogarnos en medio de la soledad que representa ser olvidado, diferente y socialmente excluido de un nuevo paradigma social, líquido y volátil, en una sociedad de consumo, de hiperconectividad, de cambio, de… De todo aquellos que nos da igual, pero preferimos evitar para no dañar nuestra conciencia, pues sabemos, que la pobreza nos es indiferente, que las guerras, si no son dentro de nuestras fronteras, no existen, que nuestro exceso es la falta de otros, que.. ¿Acaso no es así el mundo en el que existimos?
¡Somos unos hipócritas! crecemos poseídos por los objetos que nos hacen malgastar nuestro increíble tiempo de vida. Siempre queremos aspirar a tener más, consumiendo lo innecesario para alcanzar esa felicidad soñada. Inventada por las grandes marcas y que no sabemos muy bien en qué consiste.
Vivir no es ser consumido por lo que consumes, y por ello, es necesario empezar a darnos cuenta de la compleja trama que se ha tejido en torno a nuestras emociones, sentimientos, sueños, deseos y necesidades para hacernos esclavos de algo que nosotros mismos no hemos decidido.
La intimidad ya no existe
El nuevo capital con el que se comercia en el mundo actual, se llama privacidad. Ya está asegurado nuestro dinero, ahora también quieren nuestra intimidad. A través de las redes sociales, buscadores y teléfonos móviles, estamos permitiendo que se cree un Gran Hermano totalitario en el que nosotros mismos somos los actores principales. Parece no importar que estemos perdiendo habilidades sociales, que no sepamos relacionarnos o mantener conversaciones.
Somos cyborg de «pacotilla» atados a dispositivos con los que nos levantamos, nos acostamos e interactuamos más, a veces, de lo que lo haríamos con nuestros familiares, amigos o conocidos que parecen ser más reales a través de pantallas brillantes, de comentarios en redes sociales o me gustas en fotografías.
Nos estamos convirtiendo en seres adictos a un objeto. Video: Are you lost in the world like me?
Hoy en día, todos somos falsos perfiles con opciones a difundir nuestra mediocridad, nuestra supremacía, nuestra sinceridad, nuestra vida… Si realmente esto es lo que queremos, deberíamos poder replantear los términos en que dicho contrato se va a firmar, o a caso, ¿no somos nosotros quien dirigimos lo que somos, lo que hacemos y lo que pensamos para ser felices?
[…] La vida que no queremos pero a la que todos jugamos […]