Javier Jiménez Frías
Maestro en Educación Primaria | Especialista en tecnologías educativas | Community Manager | Diseño & Desarrollo Web

La motivación por aprender para toda la vida

La motivación por aprender algo es la fuerza que nos impulsa a actuar. A no ser sujetos pasivos, sino más bien, mentes activas en busca de nuevos objetivos . Las técnicas para incentivar dicha motivación, serán la clave para reforzar los aprendizajes que se den dentro y fuera del contexto educativo. ¿Qué tan bueno eres motivando?

¿Qué entendemos por motivación?

No es fácil precisar qué es la motivación. Algunos autores la definen como ese componente actitudinal de activación y direccionalidad que predispone al individuo a ejecutar o alcanzar algún tipo de acción o meta concreta, y cuya activación (motivación), puede extenderse durante breves o largos periodos de tiempo. Para Locke y Lathan (2004), influyen factores internos que impulsan la acción y factores externos que pueden actuar como incentivos.

«Proceso adaptativo que energiza y dirige el comportamiento hacia un objetivo o meta de una actividad, a la que instiga y mantiene».

Sanz Aparicio et al., (2019)

Sin embargo, lo realmente interesante sería saber cómo este constructo psicológico se produce en cada individuo (organismo), por medio de los diversos estímulos (E) que den lugar a la respuesta (R) deseada, o dicho de otro modo, a la consecución de la meta que generó dicha motivación o «instinto». Término acuñado por McDougall en 1923, y que se relaciona con la motivación por incentivos promovida por los conductistas, basada en los premios o castigos otorgados para conseguir que un sujeto aprendiera.

En esta categoría, metodológica conductista, podríamos incluir algunas prácticas escolares, tales como: el positivo y el negativo, pegatinas o sellos que indiquen un nivel de logro, premios o castigos antes, durante o posterior a la jornada escolar, etc. Elementos que, conductualmente, asentarán un comportamiento extrínseco a la conducta del niño, es decir, se realizan por y para el incentivo. Buscan el automatismo; sin ser efectuados de manera intrínseca por parte del estudiante, por saber o pensar, que pueden serle beneficiosos para su propio crecimiento personal.

motivación: estímulo y respuesta
La psicología entiende los sucesos observables (antecedentes y consecuentes) en base a estos tres componentes que pueden darse en un individuo: organismo (o), estímulo (e) y respuesta (r).

Por consiguiente, a pesar de encontrar diversos planteamientos teóricos relacionados con la motivación (nomotética-ideográfica, innato-adquirida, interna-externa mecanicista-cognitivista) podemos afirmar que esta tiene un claro componente correlacional con los intereses, retos u objetivos, que dicha acción física o mental (energía), hace que uno se predisponga a dedicar su tiempo a realizarla.

Así por ejemplo: aquella persona que cada mañana antes de entrar a trabajar, es capaz de madrugar y hacer una rutina deportiva diaria, podría decirse que está motivada por el deporte, sin embargo, el detonante motivacional, más allá de la propia práctica deportiva para este individuo, puede vincularse con un aspecto de salud, imagen, bienestar emocional, etc. y no exclusivamente por la actividad física en sí

Determinantes de la motivación: activación y dirección

Como podemos ver, la motivación no precisa de un único componente, ya que puede asociarse con otros elementos que hacen que esta mantenga nuestra atención y energía constante en el tiempo. Ahora bien, definir cuánto tiempo puede durar esta motivación (energía o arousal), según qué actividad e individuo, es complejo. Esto se debe en gran parte a los “momentos vitales” de cada persona. Definen lo que nos interesa, apasiona, nos relaciona con otras personas, hace que destaquemos, nos sintamos diferentes o mejor con nosotros mismos en cada periodo concreto.

En definitiva, acota para cada fracción de tiempo de nuestra vida, aquello que focaliza nuestra energía (activación) y motivación (energía) por circunstancias desiguales, pero que puede verse comprometida según ese momento vital del que hablábamos, y que varía conforme el entorno se complejiza.

Motivación, activación y dirección. Componentes específicos del proceso motivacional.
Tanto la dirección como la activación son dos componentes claves para entender el proceso motivacional.

Motivación y aprendizaje en el contexto escolar

Para la profesión docente, entender que papel juega este componente psicológico es crucial para optimizar lo que se aprende en el horario escolar, ya que hablar de la duración de la atención en el aula no es tan relevante como hablar de motivación, que es la que realmente nos conduce a redirigir la atención una y otra vez hacia las actividades de aprendizaje, y que a la práctica no conoce límites, a excepción del cansancio físico (Ruiz, 2020). En palabras de otro autor, no debemos olvidar que la motivación no es solo la energía que nos permite iniciar una tarea, sino también la que dirige nuestra atención y nos mantiene en la tarea. (Gallardo et al., 2016)

Actualmente, en aulas de colegios e institutos, observamos a una gran mayoría de los estudiantes poco motivados y movidos a movilizar sus recursos cognitivos para generar nuevos aprendizajes. Una consecuencia que, aunque puede tener sus motivos en diversos componentes, uno de ellos es sin duda la figura del docente como instrumento mediador entre lo que se enseña (o el currículo impone) y lo que se pretende aprender mediante un método pedagógico determinado (proyectos, centros de interés, aprendiz, aprendizaje cooperativo, flipped learning, etc).

Un estudiante no es que no tenga ganas de hacer algo, simplemente es que tiene distintas motivaciones a los intereses del docente.

Por tanto, conocer algunas claves que determinan el proceso motivacional será fundamental para activar las ganas por aprender de los estudiantes. Algunos de estos elementos que pueden ayudar a incrementar la motivación son:

  • Facilitar la comprensión de lo que se aprende: en ocasiones se cree que los estudiantes no quieren aprender, cuando la realidad es contraria a esta falsa creencia. Por ejemplo: en una clase de 5º de Primaria se quiere enseñar a los estudiantes a resolver problemas en los que se requiere el uso de la división. Se entiende que ya todos dominan la mecánica del algoritmo, sin embargo, no el concepto (aspecto que desconoce o ignora el docente). El resultado es ver a un gran número de estudiantes desmotivados y sin ganas de afrontar el problema ¡poco motivados! En la mayoría de las ocasiones, esto es el producto de haber llegado a una tarea compleja sin haber clarificado aquello que se aprende, o habiendo no sido vinculado previamente con multitud de circunstancias similares que permitan comprender aquello que ahí se expone.
  • Usar ejemplos conectados con los intereses de los estudiantes: siguiendo el ejemplo anterior, se puede afirmar que un alumno podrá resolver mejor una situación conocida a sus intereses y circunstancias personales (en una primera fase), que si aquellos datos o contenidos le son desconocidos y poco atrayentes. De ahí la importancia de vincular lo que se enseña con el contexto del alumnado.
  • Demostrar la propia pasión por lo que se enseña: es importante predicar con el ejemplo. Así pues, si un niño te ve reciclar en el aula, para él será normal tener que hacerlo, de igual modo que si le muestras la importancia de aprender en tu día a día, el entenderá que debe actuar en consonancia con lo enseñado. Por ejemplo, la lectura debe ser una práctica motivada por imitación, para ir evolucionando hasta una actividad que forme parte de un hábito personal del niño.
  • Exponer explícitamente la importancia de lo que se va a aprender: no debemos olvidar que aquello que se enseña tiene un propósito concreto. La concreción curricular de los contenidos que se plantean en una programación didáctica, y por consiguiente, que se pretenden que sean aprendidos, deben buscar una mejora en las competencias y habilidades del alumnado. Es por ello, que siempre debemos mostrarles de forma clara y precisa el sentido de dicho aprendizaje, el porqué de tener que aprenderlo. Una vez suceda esto, ellos se sentirán libres de decidir la cantidad de motivación y esfuerzo que pondrán en su desempeño.
  • Conectar lo que se aprende con ejemplos de su utilidad: este apartado concierne al planteamiento promovido por Ausubel sobre el aprendizaje significativo. En resumen, viene a decirnos que si aquello que aprendemos puede vincularse a un conocimiento previo que complejice la estructura que ya se poseía sobre dicho aprendizaje, será más sencillo interiorizarlo y emplearlo en contextos prácticos. Es decir, es más fácil multiplicar, si ya sabemos sumar, de igual forma que será más fácil dividir, si ya sabemos multiplicar.
  • Realizar actividades que trasciendan al aula: probablemente este sea el elemento más energizante y motivacional que marque la activación y dirección de los diferentes recursos conductuales y fisiológicos de los que un estudiante dispone. Si podemos transcender, como sucede en los proyectos, fuera del aula, ¡el éxito está garantizado! Lo que se aprende no tiene un principio y fin concreto dentro de una temporalización, sino que estará ahí para ser visto, tocado o recordado. ¡Qué puede ser más motivante que esto!

Una reflexión necesaria sobre el componente motivacional

En resumen, se pude decir que la variabilidad de la motivación en un individuo vendrá determinada por dos componentes básicos: el primero, la cantidad de energía o esfuerzo para realizar una acción, mientras que el segundo, se relaciona con la calidad de dicha activación o motivación para realizarla. Es importante tener claras estas dos ideas y plantearnos que tan motivantes pueden ser los contenidos para un estudiante que se siente obligado de estar ahí, y que no termina de entender muy bien el motivo por el cual no puede jugar, ver la tele o hacer otra actividad que le sea más atractiva que estar sentado 5 horas en una institución que «no lo deja actuar libremente». 

La motivación en un componente psicológico individual a los intereses de cada persona. La motivación no conoce imperativo, solo podemos despertarla.

Es más, imagina que te sientan en un curso de reciclaje formativo necesario para desempeñar tu labor docente, sobre programación y robótica (u otra materia que no domines). Obligado a memorizar algoritmos y códigos de programación imprescindibles para dicho curso, además de otras habilidades que no te hacen sentir cómodo sobre tecnología. Observas que otros compañeros tienen más facilidad para aprender de la que tú, en cambio, no tienes. Será entonces, cuando tú como docente puedes empatizar con aquellos alumnos que quizá no quieran aprender, y no por desidia o rebeldía, sino por falta de motivación asociada a las bajas expectativas de logro que se tienen por completar con éxito dicho curso, y que además se relaciona con el concepto de indefensión aprendida, tristemente observado en demasiadas aulas académicas. 

Por ello, antes de estereotipar o poner etiquetas al alumnado, plantéate el valor subjetivo que dicho aprendizaje puede tener para la persona que lo aprende, además de las expectativas (profecía autocumplida) proyectadas sobre esta, que determinarán en gran medida, la energía empleada para alcanzar un objetivo concreto.

Referencias bibliográficas

  • Gallardo, M. del M. P., Jiménez, V. S., Queija, I. S., Alamillo, R. D. R., Vega, M. Á. P., Flores, M. del C. R., Ramírez, P. R., Rivera, F. J. O., & Merchán, J. M. (2016). Manual de psicología de la educación. Ediciones Pirámide.
  • Locke, E.A. & Lathan, G.P. (2004). What should we do about motivation theory? Six recommendations for the twenty-first century. Academy of Management Review.
  • McDougall, W. (1923). Outline of Psychology. Boston: Scribner.
  • Ruiz, H. (2020). ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Grao.
  • Sanz Aparicio, M. T., Menéndez Balaña, F. J., & Rivero Expósito, M. del P. (2019). Fundamentos teóricos y prácticos de la motivación. Sanz y torres.
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